Relación entre la modernidad y el proceso de secularización

Al intentar explicar el proceso de secularización en relación con la modernidad Louzao explica los tres conceptos que se le pueden atribuir: la perdida de influencia, la privatización y el desencantamiento:

“El canon de la secularización podría resumirse en tres puntos y una conclusión: 1) la secularización implica la perdida de influencia de la religión en la sociedad moderna, que muchos calificaron de declive, así como el retroceso de las prácticas y creencias religiosas; 2) un proceso de privatización de la religión unido a la diferenciación y autonomía de las distintas esferas; 3) se produce el desencantamiento del mundo, es decir, la desacralización y mundanización de la realidad. Conclusión: modernidad y religión entraban por tanto en inevitable contradicción, produciéndose la fragmentación y marginalización de la fe que conlleva la perdida de la influencia de las instituciones religiosas”.




Uno de los sociólogos que más ha contribuido al concepto de secularización es Marx Weber, al entenderla como desencantamiento del mundo, de manera que los valores más sublimes se han retirado de la vida pública, para refugiarse en la vida mística o en la fraternidad de las relaciones humanas diversas y personales y afirmando que el destino de su época se halla caracterizado por una racionalización o intelectualización sobre todo. La secularización no suprime lo sagrado sino que hace emerger un sagrado profano en contraposición, una sobrecarga de sentido en medio de lo cotidiano.
Mircea Eliade en su libro “Lo sagrado y lo profano” afirma que la oposición sacro-profano se traduce a menudo como una oposición entre lo real y lo irreal, constituyen dos modalidades de estar en el mundo, dos situaciones existenciales asumidas por el hombre a lo largo de su historia y depende de las diferentes posiciones que el hombre ha conquistado en el cosmos. El hombre con el proceso de desacralización ha ganado en algunos aspectos como es la eliminación de ciertas prácticas, tales como el canibalismo, la caza de cabeza, y los sacrificios humanos, pero sin embargo, oponiendo lo sagrado a lo profano ha perdido es otros, pues se ha notado un empobrecimiento del comportamiento religioso. Afirma:

“Queda un problema al que sólo hemos aludido de pasada; en qué medida lo «profano» puede convertirse, de por si, en «sagrado»; en qué medida una existencia radicalmente secularizada, sin Dios ni dioses, es susceptible de constituir el punto de partida de un tipo nuevo de «religión»”.

Lo sagrado profano define un sistema de valores civiles o un valor simbólico de referencia que plantea una cierta coexistencia de aproximación absoluta. Es la religión civil que corre paralela con la cultura cívica. La religión civil consistente en sacralizar ciertos rasgos de la vida comunitaria, a través de rituales públicos, liturgias cívicas o políticas y piedades populares encaminadas a conferir poder y a reforzar la identidad y el orden en una colectividad socialmente heterogénea, atribuyéndole transcendencia mediante la dotación de carga numinosa a sus símbolos mundanos o sobrenaturales así como carga épica a su historia.
Referirse hoy a la secularización no supone partir de la desaparición de los
rasgos y creencias religiosas de la sociedad antiguo-medieval, sino considerar que aquellas manifestaciones religiosas perviven mutadas en otros ritos, instituciones y actos sociales. La pregunta es sí hoy es necesaria la religión en un mundo secularizado, en un mundo que hace plausible la pregunta sobre su sentido y su necesidad. Se afirma que la religión ya no es imprescindible, o que se ha privatizado, pero surgen iglesias, sectas, cultos y movimientos místicos, milagreros que denuncia esa religiosidad mutada. Las esferas míticas y litúrgicas que sustentan las secularizadas sociedades hiper-modernas son religiosas, sin ser necesariamente sobrenaturales. La presencia de esta religión civil, que incluye un modo popular de conocimiento del mundo compatible con el cientificismo predominante es crucial.

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