Tercera ola de feminismo y feminismo católico

TERCERA OLA DE FEMINISMO

La tercera ola del Feminismo, años 80-90 arrancan del Feminismo cultural: ecofeminismo, feminismo lesbiano. En los últimos años ha aparecido una nueva forma de Feminismo, el llamado Feminismo institucional a través de carteras ministeriales encargadas de los asuntos de la mujer. En el año 1983 aparece en España el Instituto de la Mujer y en 2008 inicia su andadura un nuevo Ministerio en el Gobierno de España: el Ministerio de la Igualdad.
Esta tercera ola considera a las corrientes de los años 70 como monolíticos, poco abiertos a la pluralidad cultural, racional y sexual dando protagonismo a las mujeres negras, chicanas, lesbianas, transexuales, etc.
A este movimiento de la tercera ola se le conoce como Postfeminismo.
En los años noventa surge el Ciberfeminismo: Donna Haraway, Sadie Plant, Guerrilla Gris; Los Feminismos transexuales: Sandy Stone; El Feminismo queer .como Judith Butler, Eve Kosoksky o Tamsin Spargo.




FEMINISMO CATÓLICO

Sigiendo las posiciones de Olalla Gambra (2005) se entiende por Feminismo un movimiento social y político que postula la igualdad de los derechos de las mujeres y los hombres y todas las reivindicaciones de las feministas, tomaban como punto de referencia los derechos del hombre, hasta llegar a rechazar la carga de la maternidad porque los hombres no la tienen. Reivindican su derecho a un embarazo optativo, a ser dueña de su cuerpo, a desarrollar su personalidad y sus aspiraciones sociales y económicas, a realizarse antes que ser madres.
De esta manera el “Feminismo” ha terminado por defender una doctrina mucho más machista que cualquiera de las culturas y sistemas ideados por los hombres. Y esto, precisamente esto, es lo rechazado por el pensamiento cristiano.
El ser humano, siempre siguiendo a la autora mencionada, se define como animal racional porque posee un cuerpo con necesidades materiales, y racional porque posee un principio vital de numerosas facultades que están o debieran estar subordinados al más perfecto modo de conocimiento que tienen los seres materiales, el conocimiento racional.
Este ser humano es el nombre de una especie que se materializa en múltiples maneras, ninguna de las cuales constituye la esencia al hombre. Una de esas concreciones es el sexo.
Si analizamos la obra de Aristóteles, el sexo, como el color de la piel, son la materia, no la forma, y por consiguiente, no es la esencia del hombre.

Hombre y mujer cuentan con los dos elementos; materia y forma, cuerpo y razón, que los define como seres humanos.
Al estar el alma y el cuerpo unidos sustancialmente, el ser hombre o mujer tienen diferencias accidentales en ambos elementos, y así se ve diferencias en la anatomía y en los procesos mentales, pero ambos pueden llegar a las mismas conclusiones y desarrollo pues aunque sean distintos sus métodos, poseen la misma capacidad.
Ser diferentes quiere decir disparidad entre dos o más elementos, pero esto no implica que uno sea mejor que el otro. Es un adjetivo relativo no cualitativo, indica la no identidad en algunos aspectos accidentales entre hombre y mujer pero no conlleva un juicio de valor sobre el sustantivo al que acompañan. Además expresa relación de reciprocidad entre los dos términos, si uno es diferente al otro, éste será también diferente de aquél.
La Iglesia Católica afirma que los Mandamientos de la Ley de Dios, las Bienaventuranzas, el Cielo o el Infierno son los mismos para ambos sexos. No hay mandamientos para hombres y mandamientos para mujer porque hombres y mujeres tienen la misma esencia.
El Feminismo católico parte del principio de que nadie está obligado al matrimonio, pero una vez casados su obligación de estado ya no es la profesión, sino la que se sigue de su condición de casados porque la familia y dentro de ella las tareas de procreación y educación de la prole deben prevalecer sobre los intereses individuales de los cónyuges.
La Sociedad está por encima del Estado ya que éste no es más que una organización de la sociedad quedando así reconocida la primacía natural del hombre sobre el Estado, y la célula de la sociedad es la familia.
Los primeros años de la vida de una persona son decisivos, porque se adquieren las nociones generales del mundo en el que ha de vivir; es cuando se aprenden unos principios morales básicos según los cuales se guiará y, es en esos años cuando se adquiere unos primeros hábitos, fundamentos de la personalidad del niño o de la niña.
La educación es una cuestión fundamental para la sociedad y el Estado, pero sin embargo, el responsable de esta importante tarea, el educador/a, no recibe esta consideración. La mujer, dedicada a esta tarea se considera una esclava y hay que liberarla, abogan muchas feministas, despreciando el trabajo de las madres que no trabajan fuera de casa.
Este criterio está basado en razones económicas y en la búsqueda de éxito, y es tan fuerte esta afirmación que son las propias mujeres quien así se consideran, ya que las horas dedicadas fuera del trabajo remunerado se consideran horas perdidas.
El feminismo católico como respuesta correcta a la situación de discriminación de la mujer, establece una tercera vía aplicando el principio cristiano de igualdad entre ambos sexos a la sociedad, centrándose en defender a la familia, reivindicando y difundiendo el valor positivo de la maternidad, la dedicación a la formación de los hijos y a las tareas de ama de casa, y en la transmisión de estos valores a las nuevas generaciones.
Es decir, se establece la diferencia entre las justas reivindicaciones de los derechos de la mujer, que son derechos no en virtud de su sexo, sino en función de la dignidad por ser persona, y la manipulación que aprovechando injusticias reales sufridas por el sexo femenino, hacen grupos de presión que lo que buscan es romper el orden natural.
En España, en el año 1956, tres asociaciones religiosas, Las Mujeres de Acción Católica, las Congregaciones Marianas Universitarias y un grupo de universitarias de la Institución Teresiana, constituyeron una asociación llamada Amistad Universitaria, con pensamiento progresista respecto a la postura oficial y a la de la sociedad de su tiempo, y sobre esas reflexiones se ha sustentado el movimiento feminista cristiano.
Hay un movimiento de la Iglesia que habla del Feminismo de la complementariedad, es decir, aquel Feminismo que reconoce la complementariedad del varón y la mujer y por lo tanto, la igualdad y la diferencia. Hombres y mujeres son diferentes, pero esa diferencia no rompe la igualdad ontológica en tanto que ambos son personas.
Hay dos encarnaciones de la naturaleza humana: el varón y la mujer. La vivencia de esta unidad de dos o diferencia en la igualdad es lo que llaman complementariedad. No es una cualidad física o psíquica sino que se inscribe en el plano espiritual o lo que es lo mismo, radica en la persona.
Este concepto induce a asimilar los valores del otro, el varón asume lo de la mujer y ésta los del varón.
Pero no sólo en relación con el OTRO, sino dentro de cada individuo. Autores como Jung, Wolf, Ballesteros, etc., afirman que valores tradicionalmente atribuidos a la mujer como ternura, intuición, delicadeza, se dan en el varón pero de forma masculina, y otros valores eminentemente asignados al varón como fortaleza, valentía etc. se dan en la mujer.
La encíclica de Juan Pablo II “Laboren Exercens” afirma la importancia de la familia y la necesidad de que las mujeres puedan progresar en sus puestos de trabajo sin tener que sacrificar su papel de madres. El Papa ha pedido un cambio de actitudes en la sociedad para que las mujeres puedan realizarse plenamente en sus profesiones y en su papel de madres.
Para el Feminismo católico la diferencia entre los sexos va más allá de lo biológico, esta diferencia se da también en niveles psicológicos y ontológicos, no son meras criadoras de niños y de niñas, ni tampoco se reduce las diferencias entre sexos a una construcción social. En la antropología católica, los sexos se integran mutuamente no sólo en el plano biológico, sino en la totalidad de vida. En los países occidentales la mujer tiene acceso a la educación y a todas las profesiones, pero cuando se trata de obtener y mantener un puesto de trabajo las mujeres son discriminadas con bastante frecuencia ya que los hombres dictan los parámetros y aportan los únicos modelos de referencia.
Además, no consiguen conciliar la maternidad con la carrera profesional y a menudo se ven obligadas a elegir entre hijos/hijas o trabajo. Muchas mujeres que eligen ser amas de casa no pueden porque las políticas económicas obligan a trabajar a los dos fuera de casa.
No se debería hablar de Feminismo católico porque éstos, los católicos, no tienen programas políticos especiales para la mujer; lo católico es universal, sin distinción de sexos. Sin embargo se sigue usando para esclarecer conceptos, utilizando la expresión de Feminismo nuevo en algunas ocasiones.
Siguiendo la antropología católica, el poder significa servicio y no dominio. Las políticas de igualdad sobre los papeles femeninos y masculinos tratan al hombre y a la mujer de la misma manera, lo que ha permitido a la mujer realizar progresos en el mundo del trabajo, pero no se ha tenido en cuenta la diferencia. Se ha permitido a la mujer imitar al hombre, pero no se han conseguidos políticas que tuvieran en cuenta la maternidad, ni que por el hecho de ser mujer tiene una forma de trabajar diferente al hombre. Su forma de ser líder, por ejemplo, puede llegar a ser igual al hombre pero a veces ese liderazgo lo quiere realizar de otra forma. La mujer no es hombre y. por lo tanto, no debe verse obligada a imitar al hombre.
El Feminismo de la igualdad consistió sobre todo, en garantizar a la mujer la no discriminación en la actividad laboral, pero también en eliminar al ama de casa tradicional y la estructura familiar patriarcal. Cuando los demócratas cristianos escandinavos introdujeron una contribución económica para los padres que querían quedarse en casa con sus hijos igual a la suma que el Estado gasta en una plaza de una guardería estatal, los socialistas protestaron porque “se obliga a las mujeres a volver a ejercer su papel de amas de casa”
Estos comportamientos van en contra de aquellos que quieren trabajar en su familia y van también en contra del mismo concepto de familia. En este contexto las tendencias más significativas son las siguientes: los individuos tienen derechos, la familia como unidad pierde importancia, el único trabajo que cuenta y da prestigio es el que aporta poder y dinero. Por lo tanto, el trabajo en familia está desprestigiado, porque no permite a la mujer puestos importantes.
Pero cada vez más los hombres y las mujeres tienen más interés en conciliar trabajo y vida familiar En algunos países ya se contemplan horarios de trabajo flexible y programaciones que siguen el ritmo de la vida de los hijos pequeños. Pero esto no se hace desde la óptica familiar, sino desde la situación familiar para tener a los trabajadores tranquilos.
Enfoca la relación entre sexos basándola en la imitación de Cristo a través de darse uno mismo y del servicio a los demás. No es suficiente con aprobar leyes aseguradoras de la igualdad para las mujeres en su puesto de trabajo; son necesarias políticas que tengan en cuenta realmente la maternidad y reflejen el hecho de que las mujeres trabajan y ejercen su liderazgo de una forma diferente a los hombres.
Un Feminismo católico debe tener como principio básico la convicción de que la familia es lo primero en orden de importancia personal y social.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Clasificación de valores en Ortega y Gasset

diferencia entre Sinodo y Concilio

Diferencias y semejanzas entre el Bautismo de Juan Bautista y Jesús