Relaciones de la filosofía y la teología durante los siglos XV y XVI

Siglos XV y XVI

Durante todo el período renacentista las cosas siguieron de forma similar a lo ocurrido en los finales de la Edad Media.
En el ámbito sacralizado y jerarquizado de la Edad Media, el hombre humillado y rendido ante Dios y antes sus representantes políticos y religiosos, emerge paulatinamente. Empieza a tener conciencia de su poder, pero este humanismo medieval se va a desarrollar plenamente durante la Edad Moderna. Se valorará la razón de forma independiente de la fe, y se inicia el conocido proceso de secularización, presentando al hombre como el centro sin referencia metafísica ni religiosa, con el desarrollo, cada vez con más intensidad, del individualismo.


La ciencia moderna tal como se conoce, ya relatado en el capítulo anterior, nace en esta época con Galileo y posteriormente con Newton, que no se enfrentaron a la religión porque fueron creyentes, aunque es cierto que la ciencia por su método se asoció con el empirismo, el mecanicismo y el materialismo filosófico. Esto indujo a pensar en el ocaso de la metafísica y el auge del método experimental y del razonamiento.
En el diálogo entre ciencia, filosofía y teología, una de las cuestiones más controvertida es el conocimiento de Dios, su esencia, su existencia, sus propiedades, es decir, los filósofos, ateos, agnósticos, indiferentes o creyentes, tratan el concepto de Dios, para rechazarlo, o para afirmarlo.

Las características de esta época son:

la aparición del humanismo, con la consiguiente predilección por el ideal griego y romano
la nueva ciencia de la naturaleza
la reforma protestante por la que Lutero quiso establecer un cristianismo primigenio purificado
la nueva teoría de Estado de Maquiavelo y Tomás Moro
la nueva escolástica

Los humanistas, atraídos por Platón, y los reformadores protestantes, comenzaron una revolución hermenéutica que les llevó a leer los libros en los que Dios se reveló, de una nueva forma más histórico-literal, lo que condujo a una transformación en el abordaje de los estudios naturales.
Durante la Edad Media, gracias a una teología de la creación que daba un significado y un fin a cada cosa creada, éstas eran tomadas con una significación espiritual propia (a la manera en que el pelícano era imagen de Cristo). Así, no sólo la Escritura era interpretada alegórica y simbólicamente, sino que también la naturaleza misma se interpretaba de esa manera. De esta forma, todo estudio sobre ella unificaba las explicaciones y descripciones naturales con las teológicas. La naturaleza era explicada desde la teología, y esta visión era la que impregnaba la razón del hombre.
Sin embargo, a principios del siglo XVI, Martín Lutero y Juan Calvino, los grandes reformadores protestantes, cambiaron radicalmente la forma de leer la Escritura, yendo al texto mismo, dejando de lado los comentarios de la tradición patrística y escolástica. La reforma dividió el occidente y condujo a una inflexión deísta y al indiferentismo religioso.
La filosofía empieza a distanciarse de la teología, aunque Pascal, quien consideraba el deísmo cristiano lejos de la religión cristiana, en una época en la que ya se insistía en la separación de la fe y el saber, representó, en su vida y en su obra, el principio de la unidad de todo el ser. Para él, dedicarse tanto a problemas de ciencias naturales como a cuestiones filosóficas y teológicas no suponía contradicción de ninguna clase; todo le servía para lograr una directa profundización de sus conocimientos. Pascal representa la antítesis a la separación de ambas disciplinas.
El catolicismo en esta época volverá los ojos a la teología escolástica y a la filosofía como mediadora pero de una manera totalmente nueva porque se renovó y se interpretó de manera diferente, ante las críticas de los renacentistas.
En el conocido siglo de oro español con nombres de la talla de Cervantes, Lope de Vega o Murillo, surge la renovación de la escolástica con Francisco de Victoria, Melchor Cano, Luis de Molina o Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. El centro de investigaciones de la universidad de Coimbra dio grandes filósofos en esta época. Esta efervescencia en las artes, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Petrarca, William Shakespeare, nombres que muestran el auge del pensamiento, de las artes, de las letras, todas impregnadas de la religiosidad imperante.
Se produjo, antes los ataques fuertes contra Aristóteles, un movimiento de defensa con dos tendencias, una, los averroístas con Agustín Niphus y, los alejandrinos con Pedro Pomponazzi, quien inventó la teoría de la doble verdad: con su voluntad se adhería a todos los dogmas de la iglesia pero como científico no podía aceptar con su razón natural los milagros y profecías, la inmortalidad y la eterna buenaventuraza. Fue condenada varias veces por la iglesia siendo la última vez por Pío X.
Se llegó a un cierto escepticismo con Miguel de Montaigne, llegando a afirmarse que el filosofar quiere decir prepararse para morir.
La reforma protestante junto con el renacimiento filosófico aparecen en el siglo XVI. El humanismo de Erasmo tiene un sentido cristiano, afirmando que la Biblia no es por sí misma la única autoridad. Esta actitud humanista hacia la religión, convertiría a la piedad en tarea intelectual destinada a las élites doctas y el verdadero Evangelio se reducía a mera filosofía.
Lutero, a pesar de su afirmación de querer jóvenes cultos, al afirmar que el Reino de Dios no es de este mundo y la razón no puede entenderlo porque sólo con ella se puede llegar a cosas de este mundo, le lleva a rechazar la filosofía, sobre todo la aristotélica y la de Santo Tomás.
Esta época trajo el descubrimiento del nuevo mundo, la separación de Inglaterra del Papado, con Enrique VIII, las guerras de religión, con transformaciones decisivas en la sociedad, el humanismo, la reforma de las Universidades, y sobre todo, el cambio que se va a producir en la religión con la reforma y contra- reforma.
Otra característica es la preocupación por la política relacionándola con la religión, como lo demuestra el estado de violencia de Maquiavelo, la utopía de Tomás Moro o estado comunista, el Estado técnico de Bacon o el estado totalitario de Tomás Campanella, iniciándose la idea de separación entre ambas.
En general, el siglo XVI es en su totalidad un protesta contra la antigua Escolástica, aunque hubo una renovación de ésta en España en tiempos de Carlos V, siendo Francisco Suárez, quien armonizó el realismo de la escolástica con el nominalismo de la modernidad.

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