Ritos heliocéntricos de los primeros cristianos

Para enfrentarse a estos ritos heliocéntricos, los primeros cristianos no encuentran mejor imagen de Cristo con su Iglesia que la relación de sol y de la luna; Helios es Cristo y Selene es la Iglesia.
La fe de los cristianos se basa en la resurrección de Cristo, siendo la eucaristía el modo de celebrar hasta el fin de los tiempos la muerte y la resurrección. Cristo murió un viernes y resucitó el primer día después del sabbat, que se convirtió en el día del Señor, día de Helios. La primitiva iglesia confirió a este día de Helios un significado nuevo con su misterio de resurrección. De esta manera se produjo el encuentro entre cristianismo y culto solar en la antigüedad. El domingo es el día del Señor.
De este rito dominical, la iglesia primitiva se planteó celebrar el día de la resurrección todos los años, en un día especial. Deducido del Evangelio, se obtuvo que Cristo murió el día 14 del mes de Nisan, el primer mes del año para los judíos. Al trasladarlo a la cronología helenística significa que murió el día de Venus, que yació en sepultura el día de Saturno y que resucitó el día de Helios. En la tradición romana la resurrección se celebró en los días de plenilunio de primavera, coincidiendo con el día de Helios. Helios es el paradigma y símbolo de la vida y muere al caer la tarde, es decir, la muerte de Jesús es el verdadero ocaso. Por eso en la antigüedad se conmemora la muerte y el viaje de Jesús al Hades el viernes y sábado, los dos días previos al domingo de Pascua. El sábado de gloria es el día silencioso pues Cristo se halla en su viaje nocturno.



La celebración de la vigilia Pascual es la más grandiosa de las celebraciones nocturnas de la antigüedad. Cuando Cristo resucita en un Helios triunfante que recorre el cielo en su carro, es el triunfo sobre la muerte de Helio Apolo, es el triunfo sobre el diablo. Es la luz del mundo. El Bautismo es sumergirse en el Hades para resucitar con Helios a la nueva vida porque Cristo es el sol de la resurrección, el que ilumina, el que con su luz convierte el agua bautismal en agua de fuego, para surgir el verdadero cristiano.
También en el encuentro entre el culto cristiano y la antigua heliolatría está el origen de dos celebraciones de Jesús: La Epifanía y la Navidad.
La teología del Nuevo Testamento considera la resurrección y el nacimiento de Cristo como una sola cosa, el vencedor de la mañana de Pascua es el primogénito de entre los muertos, y el nacimiento coincide con la salida del sol, por lo que Pascua y Navidad están íntimamente relacionadas.
La Pascua no es otra cosa que la eternidad de esa nueva vida que surgió en Navidad y la Navidad no es otra cosa que el nacimiento del Sol, la celebración anticipada de la Pascua. La fiesta de la Epifanía descubre la necesidad de la iglesia de dar forma a su propio ritual sobre el misterio solar con naturaleza superior.
En el siglo II en Alejandría y en el resto de oriente, se introdujo la fiesta cristiana en protesta por las fiestas solares paganas que se celebraban el 6 de enero. En un principio lo que se celebraba era el nacimiento de Cristo cuando aún no estaba la fecha de navidad para contraponerla a la de los gnósticos. La fiesta de navidad se fue consolidando en Roma durante el s. III y se perfila el día 25 de diciembre a través de un simbolismo numérico.
La iglesia se da cuenta que las iglesias orientales la celebraba el 6 de enero, coetánea con los ritos paganos, y decide crear la fiesta de la Epifanía.

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