Descenso de religiosidad en España

Hay un ligero ascenso en la práctica religiosa a pesar de existir menos creyentes. Sería interesante indagar este fenómeno, comprobar que no es un fluctuación o error, y comprobar la tendencia. Cada año que pasa como media, hay aproximadamente un 0,9% menos de católicos y un 0,9% más de ateos/no creyentes en España. En cifras brutas estaríamos hablando de unas 370.000 personas al año que cambian de este modo sus creencias sobre religión (o, dicho de otro modo, la diferencia entre el número de católicos y el número de ateos/no creyentes disminuye en 370.000*2 = 740.000 personas cada año).
El porcentaje de “otras religiones” no ha variado prácticamente en toda la década. Sigue estando en porcentajes mínimos. Es un dato que contrasta claramente con los disparates que se pueden leer en Internet o en la prensa sobre “invasiones musulmanas” o con los propios temores albergados sobre el auge de nuevas sectas. La realidad está ahí: un batiburrillo heterogéneo que no ha podido superar el 2% en la última década y ahora mismo está practicamente en los mismos niveles que en el año 2.001.
En realidad, el cambio se da en su mayoría por relevo generacional. La ideología de los jóvenes de hoy es muy distinta a la de la gente de más edad que poco a poco va desapareciendo. De continuar la tendencia observada en la última década, podríamos concluir que en el 2.040 el número de ateos/no creyentes superaría por primera vez al de católicos en España. Claro está, solo si continuara esa tendencia. Pero lógicamente eso depende de muchos factores externos. Un cambio en el Vaticano hacia una Iglesia más racional y abierta a las demandas de la sociedad actual sin duda frenaría la caída en el número de fieles. Y por el contrario, una persistencia en las posiciones más ultramontanas podría acelerar el colapso (al hacer cada vez más enorme la brecha entre las exigencias de la Iglesia y las ideas predominantes en el conjunto de la sociedad). Por supuesto, esos cambios pedidos a la Iglesia nunca serían en lo esencial de ella, que es Cristo, sino en algunas normas y actitudes, que si alterar la Verdad, siguen ancladas en épocas arcaicas.
En general, en España no existe animadversión hacia otras religiones aunque, de acuerdo con varias encuestas internacionales, es uno de los países occidentales con las opiniones más negativas sobre los judíos. Han aparecido numerosos datos cuantitativos, aunque no se ha explicado suficientemente esta actitud. Alejandro Baer y Paula López en los meses de septiembre y octubre de 2012 realizaron un trabajo sobre el antisemitismo en España. Cuando analizaron los datos observaron, que, a pesar de la creciente secularización de la sociedad española, la variable central de los motivos de la persistencia y el resurgimiento del antisemitismo en este país sigue siendo la religión en un sentido cultural amplio.
A partir de los años 70 del siglo XX se produce un desinterés por la religión y por la Iglesia católica, y será en los últimos años del siglo y principios de actual, cuando se genera una secularización masiva en las jóvenes generaciones, enculturizadas en familias, donde la religión había pasado a un segundo término y no ocupaba un puesto relevante en sus prioridades y donde se daba un lejanía de la religión y de la Iglesia católica.
Perez –Agote sostiene que la sociedad española está inmersa en grandes transformaciones en el campo religioso configurado por tres oleadas diferentes relacionadas entre sí. La primera es la ocurrida en el anticlericalismo del siglo XIX hasta la guerra civil, donde existía un odio a la iglesia y a la religión. La segunda oleada se produce en los años sesenta y setenta del siglo XX con el consumo de masa, donde aparece un desinterés hacia la religión y la última oleada se debe a las nuevas generaciones, donde ya no es importante el desinterés, sino una extirpación de las raíces religiosas de la cultura.
En España no se prestó atención al hecho religioso, hasta la últimas décadas del siglo XX, por el papel que la Iglesia mantuvo en la transición democrática y su influjo importante en el cambio social. Este cambio social, la entrada en la democracia, supuso un rechazo juvenil a las formas de religiosidad que consideraban arcaicas e intolerante. Se consiguieron cotas de libertad que no casaban con las normas de la iglesia, sobre todo en moral sexual.
A este panorama hay que añadir el papel de la mujer en la sociedad. Es cuando la mujer adquiere competencias para ejecer una profesión, despojándose del rol tradicional asignado desde los inicios de las sociedades y asumiendo roles hasta ahora impensables, realizados en la segunda guerra mundial por la escasez de hombres, y que después, una vez asumidos, no abandonaron.
El menor número de vocaciones sacerdotales así como el envejecimiento de los sacerdotes, ya motrado anteriormente, el cuestionar el celibato que hace abandonar el sacerdocio, permite diagnosticar un descenso en la religiosidad española, que no implica un abandono de la creencia, sino de la práctica.
Pero a pesar de todos estos factores la inmensa mayoría de los españoles sigue siendo católica. Algunos investigadores como Garelli o Tornos sostienen que hoy prevalece una identidad religiosa débil, pero una identidad religiosa, consecuente con la declaración de muchos españoles que se consideran católicos no practicantes.
Otro factor importante en este descenso de la práctica religiosa fue la concentración de la población en las zonas urbanas y el cambio en el sistema educativo. Se produjeron dos corrientes: una totalmente contraria a la religión, minoritaria, y otra que abogaba por una religión civil acorde con la nueva cultura democrática y cuyos fieles solían ser personas de mayor edad.
Se empezaba a vislumbrar una religión más libre, sobre todo en los más jóvenes, de las instituciones eclesiales y una práctica religiosa de las personas de la tercera edad. A estos factores hay que unir la desintegración de las familias, la falta de educación religiosa que se producía en las casas, el descenso de la natalidad, la falta de lectura, de estudios teológicos y ciencias religiosas en la universidades, los programas televisivos, en un principio tímidamente contrarios a la iglesia y hoy enffrentados a ella con agresividad en algunos medios, la herencia del nacional-catolicismo, la presencia de nuevas religiones, en un principio minoritarias, que han orientado el diálogo con la increncia y el desarrollo de una religión civil. La propia Iglesia cambia sus formas para buscar una nueva lógica donde expresar su fe.
La secularización y descristianización de la juventud española se han acelerado en los últimos años ocupando los últimos lugares si se comparan con otros jóvenes europeos. En los últimos años la mayoría de jóvenes españoles de 15 a 24 años han dejado de considerarse católicos de hecho. El descenso no ha sido homogéneo.
Algunos colegios tienen la titularidad de entidades religiosas, pero la mayor parte del profesorado es laico, y en ocasiones no compromotido con la fe católica.
Se duda de los dogmas, se hace una religión a la carta, y abunda el “no compromiso”. Las iglesias no presentan actividades ilusionantes para los jóvenes y tampoco facilitan el asociacionismo juvenil, bien porque los sacerdotes no saben, no pueden o no quieren. Falta pastoral para este grupo de edad.
A esto hay que añadir el proceso de secularización interna de la iglesia, el delegar muchas de las funciones en laicos sin preparación y que inducen en muchas ocasiones a errores.
A de pesar de este panorama sombrío de la religión de España, hay movimientos eclesiales realizando una verdadera evangelización.

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