Interpretación de la Biblia como Palabra de Dios

Interpretación de la Biblia como Palabra de Dios

La Dei Verbum habla de un segundo nivel metodológico necesario para la interpretación justa de las palabras, que son al mismo tiempo palabras humanas y Palabra divina.
El Concilio dice, siguiendo una regla fundamental para la interpretación de cualquier texto literario, que la Escritura hay que interpretarla en el mismo espíritu en el que fue escrita y para ello indica tres elementos metodológicos fundamentales cuyo fin es tener en cuenta la dimensión divina, pneumatológica de la Biblia

1) Interpretar el texto teniendo presente la unidad de toda la Escritura Exégesis canónica
Esto hoy se llama exégesis canónica; en los tiempos del Concilio este término no había sido creado aún, pero el Concilio dice la misma cosa: es necesario tener presente la unidad de toda la Escritura
La Exégesis Católica apunta a que el Canon, es decir, la colección de libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, es el marco de referencia primario para la lectura de cualquier texto bíblico.


2) Partiendo del hecho de que esta unidad de textos ha sido elaborada por la iglesia, se atribuye a la comunidad de creyentes un importantísimo papel en su interpretación.
3) se inclina por la importancia decisiva de las redacciones finales de los textos. De este modo, la última redacción de los textos bíblicos se convierte en el primer objeto de la interpretación ya que el estadio de la redacción última (y no los estadios previos de los textos) es lo que ha sido objeto de canonización a nivel normativo y teológico , por parte de la iglesia.

2) Acercamiento a la Tradición de toda la Iglesia
La Revelación divina ha llegado hasta nosotros por la Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas como dos fuentes, sino como dos aspectos de la Revelación de Dios.
El Concilio Vaticano II lo describe muy bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal y corren hacia el mismo fin».
La Tradición y la Escritura están unidas y ligadas, de modo que ninguna puede subsistir sin la otra. las formas de transmisión del Evangelio: Sagrada Escritura y Tradición, tienen la misma importancia.
Jesús fue fundar su Iglesia y entregarle su Evangelio para que fuera anunciado a todos los hombres hasta el fin del mundo. Fue dentro de la Tradición de la Iglesia donde se escribió y fue aceptado el NT., bajo su autoridad apostólica.
Leer las Escritura e interpretarlas es atender a esta Tradición viva de la iglesia manifestación en ella de la acción del Espíritu. Al leer las Escrituras, no sólo hay que conocer la intención del hagiógrafo que la escribió y cómo la escribió, sino que deben interpretar el sentido actual en un momento concreto de la iglesia en la que le toca vivir. La Tradición, dada a conocer por la Iglesia, hace que se comprenda la Escritura con mayor profundidad.

3) Es necesario observar la analogía de la fe.
La analogía de la fe es la conexión coherente de la fe objetiva de la Iglesia, el nexo interno de los misterios entre sí, de que habla el Vaticano I (cfr DS 3016). Por consiguiente, cualquier verdad o expresión de la revelación y de la fe ha de verse a la luz de las otras y en conexión con ellas, para poder entenderla rectamente y que quede abierta a una ulterior y más profunda comprensión.


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