Posmodernidad

En los últimos años se ha pasado de la cultura moderna a otra con caracteríticas muy abiertas, porque aún se está inmersa en ella, y aunque ya hay autores en contra de esta tesis, porque afirman la entrada en una nueva corriente de pensamiento, la mayoría de los intelectuales sostienen que la cultura actual es la posmoderna. Siempre que se habla de secularización aparece el término de modernidad y también de posmodernidad.
La modernidad es superada por la posmodernidad, no como continuadora de ésta, pero tampoco como corriente enfrentada. Las ideas sobre la diosa razón que encumbró la modernidad se tambalean, e incluso, ya en el siglo XX, se habla del fin de la historia y así lo expresa Francis Fukuyama:

“El liberalismo económico y político, la "idea" de Occidente, sostiene el autor, finalmente se ha impuesto en el mundo. Esto se evidencia en el colapso y agotamiento de ideologías alternativas. Así, lo que hoy estaríamos presenciando es el término de la evolución ideológica en sí, y, por tanto, el fin de la historia en términos hegelianos. Si bien la victoria del liberalismo por ahora sólo se ha alcanzado en el ámbito de la conciencia, su futura concreción en el mundo material, afirma Fukuyama, será ciertamente inevitable”.




Ya se ha dicho que a la modernidad le sigue la posmodernidad, concepto que recoge lo que no es modernidad, sin identificar a este movimiento ni con la victoria ni con el fracaso del anterior movimiento cultural.
Pero la posmodernidad no es sólo un movimiento, sino que aglutina diversas tendencias culturales, artísticas, filosóficas, literarias, que aunque diversas tienen una característica común, considerar al modernismo un movimiento fallido y la necesidad de volver a reestructurar todo.
Beck confirma esta idea afirmado que las dialécticas de la "Plus-Modernidad" nacen de la continuidad (radicalizada) de los principios básicos de la modernidad (racionalización), que abolen los fundamentos de las instituciones básicas (sociedad de pleno empleo). Por el contrario, las dialécticas de la anti-modernidad surgen de la discontinuidad de los principios básicos, que devienen decidibles en sí, aunque con consecuencias morales imprevisibles.
Pero el que establece el fin de la modernidad es Heidegger, situando el problema en el origen de la metafísica, porque olvidaron al “ser para convertirlo en ente”, e incluso olvidando este olvido. Por eso quiere volver atrás, volver a su estado original, en armonía con la naturaleza rechazando la sociedad científico-técnica. Hay que reinventar ese salto en la historia desde el estado original olvidándose de los siglos intermedios.
Una de las acepciónes es utilizar la denominación de modernidad liquida cuyos valores en alza serían el dinero, la fugacidad, el olvido de etapas anteriores y de los valores que la conformaban y así Zygmunt Bauman expresó:

“La caracterización de la modernidad como un «tiempo líquido» —la expresión, acuñada por Zygmunt Bauman —da cuenta del tránsito de una modernidad «sólida» —estable, repetitiva— a una «líquida» —flexible, voluble— en la que los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente como para enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos y en el que, sin darnos cuenta, hemos ido sufriendo transformaciones y pérdidas como el de «la duración del mundo», vivimos bajo el imperio de la caducidad y la seducción en el que el verdadero «Estado» es el dinero. Donde se renuncia a la memoria como condición de un tiempo post histórico. La modernidad líquida esta dominada por una inestabilidad asociada a la desaparición de los referentes a los que anclar nuestras certezas”.

Esta ideología no es sino un aspecto de un proceso más amplio que abarca todos los ámbitos de la realidad mundial como es la globalización, aplicando el concepto de posmodernidad a ”nada vale la pena ni del pasado ni del futuro”, lo que cuenta es el ahora, el aquí y el para mí; el presente como experiencia de placer. El presentismo total, no recordar nada de lo anterior y no querer saber nada del futuro. El "carpe diem" (goza del día presente) del poeta latino Horacio, parece presidir la vida de los hombres, dejándolos en el presente sin pensar en la existencia del futuro. La modernidad, que rendía culto absoluto a la razón se ve desplazada ahora por el sentimiento, el goce inmediato, y sí se había olvidado del cuerpo, ahora, en esta modernidad líquida se le dedica excesiva atención, se le enaltece a límites insospechados.

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