Capítulo IV de la encíclica Ecclesia Eucharistica

Capítulo IV Eucaristía y comunión eclesial

En este capítulo el Papa parte de la misión de la iglesia de promover la comunión con Dios trinitario y entre los fieles, contando para ello con la Palabra y los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, porque esta se manifiesta como la culminación de todos ellos, y por este motivo se debe cultivar el deseo constante del Sacramento eucarístico, e incluso de la comunión espiritual.

El punto de partida de la comunión no es la Eucaristía, porque esa comunión se presupone previamente.

La Eucaristía expresa la relación entre la dimensión invisible, la unión con el Padre en el Hijo por el Espiritu y entre nosotros, y la dimensión visible, comunión de la doctrina, de los sacramentos y del Orden jerárquico.

La comunión invisible supone la vida de gracia y la práctica de las virtudes, es decir, la fe que actúa por la caridad. Es un deber moral estar en estado de gracia, confesar si se es consciente de pecado mortal. La Eucaristía y la Penitencia están estrechamente vinculados entre sí, porque al ser la Eucaristía el memorial de la Pasión de Cristo es necesaria la conversión. Ese estado de gracia es una valoración de conciencia, aunque si el pecado es público, la Iglesia no se puede mostrar indiferente.

Pero también esta comunión es visible es comunión eclesial, es decir los que unidos a ella acepta su doctrina, sus sacramentos y el gobierno eclesiástico, siendo real la integración de todos los vínculos. Aunque se celebre en una Iglesia Particular, no es sólo celebración de esa comunidad, sino que es de la Iglesia Universal.

Es comunión con el Obispo y el Romano Pontífice, crea comunión y educa a la comunión, y en consecuencia, es uno de los motivos de la importancia de la misa dominical porque es el lugar privilegiado donde la comunión es anunciada y cultivada constantemente. Esta tarea de comunión es tarea de todos los fieles, en especial de los pastores.

Por ser la Eucaristía sacramento de comunión eclesial tiene relación con el compromiso ecuménico y la aspiración de esa unidad es compartir esa Eucaristía, pero esta exige la completa comunión de la fe, de los sacramentos y del gobierno eclesiástico, por lo que una concelebración conjunta sería un obstáculo para conseguir la plena comunión, aunque en determinadas circunstancia se puede administrar pero no realizar la intercomunión. No se podría administrar aquellos que no comparten el sacramento del Orden.



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