Artículo de Monseñor Rouco Varela sobre las clases de religión

En una reflexión sobre la enseñanza de la Religión, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, ha afirmado que
«la noticia de que en dos Comunidades Autónomas, dependientes en su régimen educativo directamente de la Administración Central del Estado, el horario de la clase de religión haya quedado reducido para el próximo curso 2014/2015 a 45 minutos semanales, es decir, a una única unidad didáctica por semana, fuerza a pensar, por una parte, que la estima de lo que vale y significa la educación religiosa y moral en la formación integral de la persona humana en su fase primera de desarrollo es extraordinariamente escasa y, por otra, que la garantía constitucional al derecho de los padres ‘para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones’ (Art. 27.3), se presta cicateramente. Si, además, por lo que atañe a la Enseñanza de la Religión Católica, el tratamiento didáctico de la clase de Religión, al que hemos aludido, raya en la no observancia de lo establecido en el Artículo II del Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, cuya vigencia es reconocida explícitamente (como no podía ser menos) poro la LOMCE, la impresión de un mal trato normativo a la enseñanza de la religión se confirma plenamente».
La religión en las diversas etapas escolares según el acuerdo Estado-Vaticano
Recuerda el texto de dicho Artículo:
«los planes educativos en los niveles de educación preescolar y Educación General Básica (EGB) y de Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) y grados de Formación Profesional correspondientes a los alumnos de las mismas edades, incluirán la enseñanza de la religión católica, en todos los centros de educación en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales».
Y señala que
«el ‘Protocolo final’ del Acuerdo contiene una previsión de adaptación de lo acordado a cambios futuros que puedan producirse en la ordenación del sistema educativo: ‘Lo convenido en el presente acuerdo, en lo que respecta a las denominaciones de centros, niveles educativos, profesorado y alumnos, medios didácticos, etc., subsistirá como válido para las realidades educativas equivalentes que pudieran originarse de reformas o cambios de nomenclatura o del sistema escolar oficial’.
Todo ello le lleva a asegurar que no hay «ninguna base jurídica para una reducción administrativa de horarios y, menos, para la eliminación explícita o implícita de la clase de religión en ninguno de los niveles educativos bien sea en el formato didáctico actual o en el dispuesto para el próximo curso en los Reales Decretos de aplicación de la nueva legislación, como podría ocurrir con el bachillerato».
No se entienden las razones
Es, advierte, «bien difícil de explicar el porqué y el cómo de ese más que deficiente trato adoptado por la Administración del Estado para la enseñanza de la religión en la nueva planificación escolar». Y se pregunta si
«se piensa o se cree que en el proceso educativo de la persona no cuenta para nada su dimensión espiritual y, por lo tanto, no vale la pena preocuparse por su educación ética y religiosa»; y si «se pretende de verdad superar la crisis del sistema educativo, tan palmaria actualmente y considerada por muchos como una de las causas principales de la crisis social y económica general que estamos sufriendo, sólo a partir de la educación y fomento poco menos que exclusivo de las facultades y posibilidades técnicas, instrumentales, físicas y psíquicas de los alumnos».

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