¿Se puede encontrar la verdad?


Este texto corresponde a la conferencia dictada por monseñor Jean-Louis Bruguès, OP, el día 28 de mayo de 2014 en la Facultad de Teología de la Pontificia Univer- sidad Católica de Chile, en el contexto del programa “Ágora UC: Reflexiones en la Universidad”.


En las Jornadas Mundiales de la Juventud de 2011 en Madrid, Benedicto XVI, dirigiéndose a los jóvenes universitarios, les citó Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces se te es- capará de entre las manos” (Parménides, 135d). El Papa añadió: “La juventud es el tiempo privilegiado
Teología y Vida, 55/2 (2014), 383-394  383





¿Es cierto esto? ¿Se puede encontrar la verdad? Esto no es lo que dice la filosofía contemporánea, porque cada individuo tiene la verdad y no se admite autoridad se da un relativismo general y la verdad no existe

Monseñor dijo:
El cristianismo afirma lo contrario. Igual que los magos que se dejaron conducir por una estrella en el camino a Belén (Mt 2, 9), el hombre necesita un guía en su peregrinaje sobre la tierra (He 11, 13). Estrella interior, destello del alma, santuario íntimo donde Dios hace oír su voz, la tradición cristiana ha multiplicado las imágenes para caracterizar esta guía tal y como lo hicieron los filósofos de la anti- güedad, y ella la llamó conciencia. Ella es la que permite al hombre dirigirse, dándole el conocimiento del bien y del mal. A través de su conciencia, uno es capaz de juzgar el valor moral de sus actos.
Los teólogos cristianos, así como los filósofos griegos, concuerdan en este punto, el hombre puede acceder a la verdad. ¿Cómo y dónde, entonces? En uno de sus textos más hermosos, el Concilio del Vaticano II nos da la respuesta: en lo profundo de su interior.
Puesto que el año que viene celebraremos los cincuenta años de la promulgación de la constitución pastoral Gaudium et spes (7 de diciembre 1965), sería bueno que volviésemos a apropiarnos de aquellas palabras:
“El hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello. [...] La conciencia es el centro más se- creto del hombre, el santuario en el que está solo con Dios y en el que su voz se hace oír. [...] Mediante la fidelidad a la con- ciencia, los cristianos se sienten unidos a los demás hombres para buscar la verdad y resolver, según la verdad [...]” (§ 16).



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