¿Se puede suprimir totalmente la aspiración de lo religioso?







La aspiración de lo religioso no puede ser suprimida totalmente porque en la conciencia de cada hombre existe una tendencia a relacionarse con los demás por ser un ente social, y siempre, de manera amplia y viva, esta abierto hacia una visión espiritual y trascendente de la vida. Mircea Eliade afirma que el hombre más irreligioso del mundo comparte, en lo más profundo de su ser, un comportamiento orientado por la religión porque el inconsciente le ofrece soluciones a las dificultades de su propia existencia y en este sentido, ese inconsciente desempeña el papel de religión.
Pero en la cultura moderna, Dios no puede manifestarse “visiblemente”. La carne, el mundo en su aspecto “sensible”, es la sustancia opaca que impide que se revele lo “espiritual”. De aquí la posibilidad del error, de entender una cosa por otra, de la ilusión, y además de la inutilidad de los testigos oculares. Hay que superar la esfera de la contingencia, del espacio-tiempo, de la sensibilidad en general, para hallar, en la “fe», al eterno Dios espiritual sin rostro. De esta manera, el postulado anticristológico de Lessing, un hecho histórico no puede probar una verdad universal, es central en el pensamiento moderno, cuya parte sobresaliente, en la que se manifiesta toda la importancia de lo que está en juego, es la argumentación que conduce a la negación, no tanto de la posibilidad de los milagros, sino más bien de su valor ostensivo, demostrativo. Pero esta negación de ese dios hace que el hombre se pregunte por lo sagrado y así Fullat escribe:

“A pesar de todo en Occidente vivimos en lo sagrado, en lo religioso, en lo mágico, en lo fantástico. El Señor de los anillos de Tolkien y la saga de Harry Potter, de Rowling, resultan ininteligibles de no tener presente que el ser humano queda insatisfecho con lo que hay. El anthropos se alimenta de presencias pero asimismo se sustenta con lo ausente. Tolkien ofrece la eterna lucha, mil veces contada, entre el bien y el mal mientras Rowling recrea aventuras y personajes extraordinarios, cuentos inmemoriales. Por lo visto lo corriente y usual sabe a poco. Se ha dado otro paso con Scorsese —La Ultima tentación de Cristo—, con Dan Brown —El Códice da Vinci—, con Salman Rushdie —Los versículos satánicos— e inclusive con precipitadas lecturas del gnóstico Evangelio de Judas como han llevado a cabo los mass-media según costumbre suya. Estos últimos tratamientos y sus éxitos dejan en sus puras carnes que lo sagrado llama vigorosamente la atención. Si el hombre no andara vertebrado por la dimensión religiosa, la práctica de desprestigiar al cristianismo o al Islam no disfrutaría de tantos lectores o de tantos espectadores. Aquello que no nos concierne, simplemente nos resbala. Igual nos desentendemos de un Dios Mayú́sculo pero andamos como mí́nimo tras los divinos Ulises que nos salen al paso”.

El hombre más incrédulo cree en algo o en alguien que le de estabilidad a su Yo personal, que sea su anclaje en sus inquietudes profundas, y ese algo o ese alguien puede ser un objeto, un espíritu, una energía, un fenómeno de la naturaleza, alguien sobrenatural o un dios personal. El hombre lo “deifica” y acude a él en sus conflictos internos intentando utilizarlo con ritos mágicos, o pidendo ayuda, sabiendo que depende de la gracia de ese alguien superior a él. En este sentido todo hombre cree en algo y se da la indeferencia respecto a algo a o alguien y en este trabajo ese “algo o ese alguién” se va a indentificar con la religión.



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